Pero ahora...Ya nada tenía sentido.El amor tardío valía menos que la basura.Lucía escuchó sin expresión, sin soltar el pomo de la puerta, una postura defensiva.Pronunció cada palabra con claridad—: Lo siento, me niego.No perdonar, no volver.Mateo visiblemente se alteró—: ¿Por qué? ¡Dime por qué! ¡Antes te negabas por Sofía, ahora ya terminé con ella, ¿por qué sigues rechazándome?!Él había cedido tanto, ¿hasta dónde quería ella llegar?En contraste con su furia, Lucía permaneció serena—: Antes, mi mundo eras solo tú, eras todo para mí.Por él, había renunciado al posgrado.Cuando el amor estaba en su punto más intenso y hermoso, él había sido su mundo entero, ¡la persona a quien quería confiar el resto de su vida!Los ojos de Mateo se iluminaron, su voz urgente, casi frenética—: ¿No sigue siendo igual? Si quieres, podemos volver a como éramos antes.Lucía bajó la mirada, negando con la cabeza—: Nadie se queda para siempre en el mismo lugar, ni tú ni yo.—Después de dejarte, descub
—Llévatelo para estudiar. Empiezas oficialmente en septiembre, y es bueno tener una idea general de la línea de investigación antes de unirte al grupo experimental, así no estarás completamente perdida.Lucía miró los documentos y asintió—: No se preocupe, ¡me aseguraré de dominarlos rápidamente y no retrasarla!Ana sonrió al ver su determinación—: ¿Cómo no voy a confiar en ti?—Vi tu video de la entrevista. Durante todos estos años, me preocupaba que no pudieras adaptarte al ritmo actual de investigación.Le dio una palmada en el hombro—: Pero después de ver el video, descubrí que no has olvidado nada de lo anterior.Además, tu respuesta a la pregunta de Daniel fue una grata sorpresa.Sin exagerar, incluso los estudiantes de tercer año podrían no haber respondido mejor que Lucía.Lo bueno o malo no estaba en si la respuesta era correcta, sino en el pensamiento y la lógica que mostró durante el proceso.—Eres mi estudiante, nadie conoce mejor que yo tu talento y excelencia. Tienes la c
Lucía recordó que la Avenida Cartagena estaba cerca de la empresa de Paula. Su corazón se le subió a la garganta, casi ahogándola.El taxista cumplió su palabra. Un trayecto que normalmente tomaba media hora lo redujo a la mitad.Apenas Lucía bajó del taxi, antes de entrar al hospital, escuchó las sirenas de una ambulancia.—¡Rápido! Es la segunda oleada de heridos del accidente en la Avenida Cartagena, directo a emergencias—A Lucía se le heló la espalda al ver a los pacientes inconscientes y ensangrentados que bajaban de la ambulancia. Apresuró el paso hacia el interior.Al encontrar a la enfermera en recepción, preguntó por Paula.—¿Es familiar?—Sí, me llamaron.—Usted... —la enfermera hizo una pausa, con una mirada de pesar— puede pasar a verla.El corazón de Lucía se hundió hasta el fondo.Conteniendo el temblor de su mano derecha, respiró profundo y giró el picaporte. Al siguiente instante, vio un cuerpo cubierto con una sábana blanca en la camilla.Sus piernas flaquearon y casi
—Ya, ya, ¡qué inteligente eres! ¿Contenta?—Según el protocolo del hospital, tienen que contactar a la familia en caso de accidente. No quería preocupar a mis papás, así que les di tu número.Paula suspiró y sacó su celular, quejándose con frustración:—Si no se me hubiera apagado el celular por el golpe, al menos podría haber contestado las llamadas.Ahí Lucía entendió por qué todas sus llamadas habían ido directo al buzón.—¿Y cómo te sientes? ¿Te duele algo?Lucía estaba preocupada por su salud, considerando que había estado en medio de un accidente múltiple.—Ya me hicieron todos los exámenes antes de que llegaras, todo está bien. Solo hay que hacer el papeleo en ventanilla y me puedo ir.Lucía respiró aliviada:—Menos mal.Paula solo traía su bolso consigo. Después de pagar en el primer piso, cuando estaban por irse, se toparon de frente con Mercedes, que venía acompañada de Sofía. Las dos iban platicando en voz baja, Mercedes sonriendo y Sofía asintiendo complaciente. Parecían mu
Así que Mercedes solo podía mirar fijamente a Paula con rabia. Si las miradas mataran, Paula ya estaría hecha picadillo.—Paula, creo que... tienes un malentendido sobre mí —Sofía levantó la mirada tímidamente, mirando a Paula con cara de víctima.Lástima que Paula no caía en su juego:—¿Malentendido de qué? ¿De que tienes dignidad? ¿De que te da vergüenza?Mercedes estalló:—¡Paula, no te pases! Soy mayor que tú, merezco respeto.—¡Ay! ¿Ahora me vas a venir con eso de la edad? Qué pena, pero a mí nadie me intimida. ¿Quieres ver cómo me puedo pasar más?Mercedes no supo qué responder.—Ya, Paula, no tiene caso discutir con ellas —intervino Lucía.Estaba harta de estas peleas sin sentido. ¿De qué servía ganar la discusión?Su tono indiferente y mirada serena fueron como una mecha que hizo explotar a Mercedes:—¿Te sientes inferior, verdad? —soltó con una risa despectiva— Tantos años con nuestro Mateo y nada. ¿Y Sofía? ¡Mira qué rápido quedó embarazada!—Una gallina que no pone huevos so
Mientras más lo pensaba, más rabia le daba. Mercedes, quien siempre consideraba que perseguir a la gente era cosa de desesperados, terminó siguiéndolas. Estaba claro que la habían hecho enfurecer de verdad.—¡Lengua venenosa, irrespetuosa! ¡Con razón dicen que Dios los cría y ellos se juntan! ¡Par de corrientes!Paula se rio al escucharla. Que la insultara a ella, ¡pero meterse con Lucía era otra cosa!—¡Cierra el pico, bruja!—¿Qué? ¿Dije algo que no es cierto? ¡Estuvo seis años con mi hijo y ni un embarazo! ¡Es obvio que es tierra estéril! ¡Qué risa me das, defendiéndola tanto! ¿Te sientes identificada?—¡Ja! —Paula sonrió con malicia— ¿Y cómo sabes que el problema no es tu hijo? Con lo que vive en el hospital, fumando y tomando... Mejor hazlo revisar, no vaya a ser que tenga algún problema...Paula miró fijamente el vientre de Sofía. Esta palideció y se apresuró a defenderse:—Mateo es mi primer y único novio, jamás le sería infiel...Al ver que metían a su adorado Mateo, Mercedes e
—Qué rápido se le subieron los humos —se burló Paula.—No debiste detenerme —apenas había usado un tercio de su fuerza; en una pelea real, esa bruja no habría tenido oportunidad.Lucía se rio al recordar la cara de Sofía cuando se fue, y trató de calmar a Paula:—Ya, ya, no te enojes, no vale la pena.—Son personas sin importancia, no te hagas mala sangre por ellas.Paula asintió:—¡Tienes razón! Pero la próxima vez no me detengo.Si Lucía era tranquila, ella se encargaría de dar los golpes.—Ya entendí... —Lucía sonrió— Después del susto que te llevaste, yo invito. ¿Qué quieres comer?Paula la abrazó por los hombros:—¡Justo esperaba que dijeras eso! Vamos, que tu hermana te va a llevar a comer rico.—¿No debería decir yo eso? Yo soy la que invita.—Da igual quién lo diga, la intención es lo que cuenta....En el carro. Mercedes no podía dejar de sonreír mientras miraba los resultados médicos. El doctor había dicho que el embarazo iba muy bien. Sofía, al ver su expresión, se tranquili
Después de dejar a Sofía en la entrada de la universidad, Mercedes le recordó que se cuidara y protegiera al bebé, y luego le indicó al chofer:—Vamos a casa.—Sí, señora.En el asiento trasero, Mercedes miró con desprecio la horrible bufanda. Cada vez le daba más asco, así que la tiró bajo el asiento y retiró la mano rápidamente, como si hubiera tocado algo repugnante.Pensando en Sofía, Mercedes suspiró. Era del montón, sin modales refinados. Siendo amable, se podría decir que era "sencilla", siendo honesta, era "corriente". Su mirada volvió a la bufanda.Rosa fucsia, vulgar y anticuada. Ni el mejor empaque podía disimular su mala calidad.Había que admitirlo: la gente humilde siempre se notaba.Pensó en los regalos que Lucía solía darle: pañuelos, joyas, carteras, todo elegante y perfecto para ella, claramente elegido con cuidado... Mercedes se regañó mentalmente. ¡¿Por qué estaba pensando en esa desgraciada?!...—Señora, llegamos.Apenas entró Mercedes, Carmen la recibió y vio la