Dave notó sus mejillas enrojecidas y sintió su frente. Se sorprendió.

Sin esperar la respuesta de Bianca, la levantó y la colocó en la cama antes de apresurarse a tomar un termómetro.

¡Su fiebre era altísima!

—Estás ardiendo. Debo llevarte al hospital —dijo con preocupación.

Cuando se inclinó para cargarla, Bianca tomó su muñeca.

Luchando por mantener los ojos abiertos, susurró:

—Ya fui al médico. Dijo que solo duraría tres días. Si tomo mi medicina, estaré bien.

Dave notó un frasco de medicinas sobre la mesita de noche.

Rápidamente fue a la sala de estar por un vaso de agua, regresó y ayudó a Bianca a tomar sus pastillas.

La frágil figura de Bianca en la cama, con los labios teñidos de púrpura por la fiebre, llenó a Dave de profunda compasión.

Se dirigió al baño, llenó un recipiente con agua fría, empapó una toalla y la dobló cuidadosamente antes de colocarla sobre su frente.

—Gracias, señor Evans —susurró ella suavemente.

Sus atenciones y gestos delicados le recordaron a su madre, q