Después de una noche de pasión, Andrés se encontraba de buen humor. Al visitar a Rosalía ese día, su actitud había mejorado. Conociendo los gustos de Rosalía, decidió complacerla al llevarle una caja de té de flores de alta calidad.

Rosalía aceptó su visita y el regalo de Andrés. Sin embargo, no tenía intención de beber el té. Después de todo, ya conocía los trucos sucios de Andrés, y ¿quién sabía si había puesto algo peligroso en el té? Si ese hombre realmente tenía semejante plan, podría ser mortal.

Rosalía también había aprendido una lección del accidente anterior. Había sobrevivido al accidente, pero eso no significaba que tendría la suerte para siempre. Por eso, aunque aceptaba regalos de otros miembros de la familia, no consumía la comida regalada a menos que fuera de alguien muy cercano. Ahora era más cautelosa en ese aspecto.

Rosalía pidió al mayordomo que preparara el té y le indicó a Andrés que se sentara. Sin embargo, una vez sentados, nadie hablaba y reinó el silencio en la