Aunque los demás no sabían qué contenía esa bolsita, Luna la reconoció. Era un medicamento, ¡el afrodisíaco! Pero lo había limpiado y tirado, ¿cómo era posible que hubiera aparecido en su cajón?Luna miró al policía y su cara pasó del rojo al blanco.—Señorita, ¿podrías explicarme esto? —El policía le preguntó en voz baja, temiendo que se asustara. Antes de encontrar pruebas contundentes, no iba a sospechar de nadie.Como Luna no quería decir la verdad ni se le ocurría qué responder, meneó la cabeza con toda su fuerza, argumentando:—No sé por qué está aquí. Alguien lo dejaría.Al ver la inocencia que aparentaba Luna, Estrella se sintió ridícula. ¿Quién podría pensar que una muchacha con apariencia ingenua podía tener un corazón tan oscuro?Estrella miró fríamente a Luna:—Antes le aconsejaste a la profesora que me registrara. ¿No era porque albergabas malas intenciones? ¿Cuál era tu objetivo?Luna se espantó y, al mismo tiempo, se enojó. Había planeado tenderle una trampa a Estrella,
—Señor policía, de verdad que no sé qué hacen estas cosas en mi cajón —dijo Luna con voz temblorosa, cubriendo su boca con su mano mientras las lágrimas corrían por sus mejillas. Aún fingía ser inocente, tratando de ganar simpatía y evitar sospechas.Luna era muy hermosa, como una flor blanca, frágil e inocente. Sus lágrimas fácilmente despertaban el deseo de protegerla. Tan pronto como empezó a llorar, algunos compañeros salieron en su defensa, entre ellos, los seguidores habituales y algunos chicos.—Luna es muy amable. ¿Cómo podría hacer algo así? —dijo uno de ellos.—Sí, una vez vi que evitó pisar un caracol y lo colocó en un lugar lejano para evitar que otros demás lo pisaran —dijo otro.—Luna no necesita hacer algo así. ¿Quizá alguien se molestara por el comportamiento del tonto y quisiera darle una lección? —dijo otro más.La mayoría de las chicas la observaban con desdén, porque sabían que Luna solo aparentaba simpatía, pero los chicos sí la creían. Ella, como un loto blanco,
Los policías se fueron y el campus volvió a quedar en silencio. El rector estaba tan preocupado por los recientes incidentes que sus cabellos se habían vuelto blancos. Agitó la mano y dijo:—Continúen con las clases, no queremos que los estudios se retrasen. No se preocupen, los policías son capaces de manejar este asunto.Estrella se acercó a Claudia y la miró con pereza.—Profesora Claudia, todavía me debe una disculpa, ¿no es así?Enseguida, el rostro de Claudia se puso negro. Creía que Estrella ya lo había olvidado.Como se quedó sin palabras, Estrella continuó imperturbable:—Profesora Claudia, acaba de comprometerse delante de todos los compañeros. ¿Cumplirá su compromiso o no?Si Claudia no hubiera hecho algo tan excesivo, Estrella no la habría obligado a disculparse. El rector se puso serio y miró a Claudia.—¿Por qué siempre tienes problemas con Estrella?¿Acaso había olvidado tan rápido la advertencia de hace unos días en el despacho? El rector ya solo deseaba que, si Claudia
Hada estaba tan enfadada que sus ojos se pusieron blancos y estuvo a punto de desmayarse. La cara de Zared era aún más desagradable. Luna podía ofender a todos, menos a la poderosa familia Álvarez, porque no eran capaces de pagar este precio.Zared pidió visitar a Luna para conocer la situación. Dado que Luna estaba en un periodo de detención, en el que se permitían las visitas, el policía organizó una entrevista para ellos.Luna parecía desdichada, con el pelo revuelto y los ojos enrojecidos por el llanto. Todavía se podían ver las huellas de las lágrimas en sus mejillas, lo que contrastaba con su aspecto exquisito en los días normales.Aunque Hada era tacaña y egoísta, trataba con sinceridad a Luna. Desde pequeña, la mimaba, la criaba con cuidado, y nunca la había dejado en una situación tan apurada. Las lágrimas de Hada comenzaron a caer.—Luna, Luna, ¡mi pobre hija!Luna también lloró.—Mamá y papá, ayúdenme, ayúdenme, no quiero quedarme aquí. Tengo mucho miedo.En la antesala, el
La palabra “bestia” resonó tan fuerte que llenó todo el salón y llegó también a los oídos de Claus, quien frunció el ceño. Su mirada se volvió fría. Obviamente, estaba descontento con ese apelativo.Pero, para Estrella, era algo normal o, mejor dicho, se había acostumbrado y había perdido sensibilidad. Además, no recordaba tener una supuesta hermana. Estrella dijo con frialdad:—¿Llamas “bestia” a Luna? Es verdad que es una “bestia”.Zared estaba tan enojado que su pecho subía y bajaba, y su respiración por el teléfono se notaba muy pesada.—Estrella, deja de decir tonterías. Calumniaste a Luna. ¿Cómo tienes la cara dura de bromear?Supuso que Luna había vuelto a mentir. Pero Estrella no era una cobarde que cualquiera pudiera manipular.—¿Yo tengo la cara dura? Quien la tiene es Luna. Todo el mundo en la escuela conoce lo que ha hecho. Si usted no lo sabe, ¡puedo explicárselo detalladamente! Fue Luna quien le dio a Carlos la bebida mezclada con el medicamento para obligarlo a actuar de
Terminó la llamada y Estrella apretó el botón de desconexión con determinación, por si Zared y Hada, los dos perros locos, volvían a por más. Dejó el vaso sobre la mesa y se acurrucó en el sofá, sumiéndose en sus pensamientos.Claus había averiguado su historia y sabía que sus padres habían formado otras familias. Por eso, entendía que no hubiera una relación muy cercana entre ellos. Lo que no sabía era que las cosas eran tan desastrosas.—¿Tus familiares siempre se comunican así contigo? —preguntó Claus.Estrella hizo una mueca. No quería revelar los conflictos familiares, ya que era algo tan indigno que prefería que se mantuviera en privado. Pero Claus lo había escuchado todo y seguramente tendría muchas más oportunidades de presenciar situaciones como esa en el futuro. Así que decidió confesar:—No. En realidad, nunca me comunican nada.Estrella miró a lo lejos. Sus pupilas se desenfocaron poco a poco y se sumergió en un recuerdo lejano.—Cuando mi abuela todavía estaba viva, ella e
En ese momento, Estrella comprendió que Claus había hecho que se pusiera ansiosa a propósito. No sabía cómo evaluar esta acción, pensando que era una persona que no estaba dispuesta a sufrir ninguna pérdida.—No hay problema. Con dinero, todo se resolverá —dijo Estrella a regañadientes.Siempre y cuando Claus no descubriera su verdadera identidad, estaría bien que pensara que necesitaba el dinero.Estrella se dirigió al mayordomo y preguntó:—Señor, esta mañana, cuando salí de casa, te entregué una lista de hierbas para comprar. ¿Ya las has adquirido todas?—Señorita, todo está preparado. Espere un momento —respondió el mayordomo, y fue de inmediato al almacén para sacar las hierbas con las que Claus se bañaría. Las cantidades de cada hierba eran diferentes, dependiendo de Estrella. Además, el efecto de cada una también sería distinto.Estrella bajó la cabeza y miró las hierbas. Se dio cuenta de que todas eran de muy buena calidad y sus precios eran elevados. El efecto sería más rápido
Estrella se quedó atónita y comprendió al instante que lo que había presenciado aquel día en el banquete familiar no había sido todo. Sobre la mesa solo discutían, pero detrás, a saber qué cosas indecorosas estarían haciendo. Las guerras internas dentro de esta prestigiosa familia eran más violentas de lo que ella había imaginado. La familia Burgos era como una gran tarta y había miles de personas que querían un pedazo de ella. No era raro que Claus resultara herido.Estrella pensó en todo esto, pero tuvo el buen juicio de no preguntar nada al respecto.—Quítate la ropa —dijo repentinamente Estrella. El mayordomo y Javier se miraron entre ellos, sorprendidos. ¡Tanta algarabía por quitarse la ropa nada más llegar! Los dos no se atrevieron a quedarse más tiempo y salieron rápidamente.Claus arqueó las cejas. Al ver cómo los dos salían huyendo, Estrella se dio cuenta de la falta de tacto de sus palabras. Un rubor apareció en sus mejillas y se extendió desde los bordes hasta las comisura