Antonella Bennett observaba los correos de la compañía esa mañana, y bebiendo ansiosamente de su taza de té, chocaba los dedos impacientes contra el fino escritorio de su estudio privado. Los números recientes no eran buenos; desde hacía varios días las ventas no parecían hacer nada mas más que bajar. Emily Gibson debía de casarse pronto con su hijo, sin embargo, Henry parecía poner poca o nula atención en la empresa; aquellas pérdidas financieras junto a los clientes y proveedores que se habían marchado no eran tan pequeñas para tomarlas a la ligera, y aquella situación comenzaba a estresarla…si se cometían más errores, más pronto que tarde terminarían en la ruina, por ello esperaba que el matrimonio de Henry con Emily los fortaleciera, y así pudiesen reanudar el progreso.Tomando el teléfono, Antonella llamó a su asistente; alguien tenía que ocuparse del trabajo hasta que superarán esa escandalosa crisis económica y familiar que comenzaba a sacarla de sus casillas. ¿Qué iba a hacer
—Bien, la inauguración de la nueva tienda en la ciudad no será tan grande como hicimos la anterior, pero si mucho más exclusiva; solo tendremos a las personas más importantes como invitados en nuestra gala, así que vayan preparando y enviando las invitaciones. — ordenaba Katherine a su gerente y amigo Neville.—Bien cariño, será como digas, escuché que la hija del gobernador regresó a la ciudad, y sé que son buenas amigas, así que la incluiré entre los invitados junto a su padre. — respondió Neville con tranquilidad.Katherine sonrió animadamente y complacida; Serena era una muy buena amiga, y uno de sus mayores soportes en sus tiempos más difíciles mientras estudiaba, así que era una muy grata sorpresa saberla de vuelta.—Si, hazlo. — respondió la rubia.Sintiendo como su celular vibraba, Katherine miró en la pantalla un numero desconocido. Apresurándose a responder imaginando que sería alguno de sus proveedores, abrió grandemente los ojos al escuchar la voz al otro lado de la línea.
Katherine observaba su teléfono. Había bloqueado sin dudarlo el número de Henry, pero algo de aquello no la hacía sentir tranquila. ¿Quién le había entregado su número privado sin pensar en lo furiosa que estaría ella?, ni siquiera a John le había dado aquel número, y aquella inquietud no la dejaba tranquila. Dando un nuevo vistazo a su celular personal, la rubia también se sintió mortificada pues no había recibido el mensaje de siempre que María le enviaba cuando regresaba del colegio junto a sus hijos.Marcando el número de María, la vieja nana nuevamente no le había respondido, y aquel mal presentimiento dentro de su corazón seguía dejándola con aquella inquietud que la mantenía intranquila. ¿Había ocurrido algo?, se preguntó. En ese momento, un par de golpes en la puerta de su oficina la sacaron de su estupor, y dando la indicación para entrar a quien interrumpía sus pensamientos, vio a su gerente Neville con un rostro demasiado serio.—Katherine, te buscan un par de hombres, dice
En aquel momento, Katherine entró a aquella habitación, sintiendo el aroma de Henry Bennett en todas partes. Sus ojos, sin embargo, se posaron sobre lo único que más amaba y le importaba en el mundo: sus pequeños hijos.Gabriel y Emma habían despertado debido a los gritos, y ambos miraban a su madre con los ojos llenos de lágrimas.—Mamita…nosotros… — dijo Gabriel con voz entrecortada.Katherine se apresuró a tomar a sus gemelos de las manos para sacarlos de allí, sin embargo, ambos se rehusaron a moverse.—¡No quiero!, ¡Quiero quedarme con papito! — gritó Emma quien, en ese momento, saltó de la cama para correr directamente a abrazar a Henry, quien la abrazó a cambio. — ¡Eres mala!, ¡No te importa nanita y me quieres separar de mi papito! — gritó la pequeña de largos cabellos castaños.Gabriel, dando una mirada a su madre, caminó también hacia su padre.—Siempre quisimos ver a papito y tú siempre dijiste que no teníamos uno, pero encontramos tu foto con papito, nos echaste mentiras,
El alcohol, aquel mal compañero de noches inciertas en donde el dolor clama terreno dentro de nuestras almas, haciéndonos ver espejismos difusos de lo que fue y no sería jamás, o trayendo memorias dolorosas que nos hunden aún más profundo en las tristezas que carga nuestra alma. Al calor de la bebida, se dicen muchas cosas, se piensan muchas cosas y se sienten muchas cosas, dejando al individuo vulnerable a su propio dolor.Henry miraba aquella fotografía; la única que conservo impresa de Katherine, y la cual, más de una vez, deseo tirar lejos de él, pues siempre lo trasportaba a sus más felices y dolorosos recuerdos. Estaba ebrio, completamente alcoholizado, pues aquello era lo único que había podido hacer, después de escuchar todo aquello que su exesposa tenía para decirle. Cada palabra que salió de los hermosos labios de Katherine Holmes fue hiriente y demasiado dolorosa, pero cargada de la verdad que, quizás, él se negó a ver durante mucho tiempo. Cierto era que, aquel día en que
Aquella mañana, Emily Gibson había salido temprano para recorrer las tiendas, y admirar los hermosos vestidos de novia de los escaparates de las tiendas más exclusivas. Pronto, sería la nueva esposa del magnate multimillonario Henry Bennett, y nada ni nadie iba a impedírselo.—Bienvenida señorita Gibson, ¿Gusta que le mostremos los mejores vestidos? — ofrecía una dependienta amablemente.Emily sonrío, y mirando atentamente los vestidos de mayor precio, señaló el que le pareció más hermoso.—Si, quiero empezar con ese, me casaré muy pronto y quiero que mi vestido sea el mejor, uno del que hablen lo que resta del año y todo el siguiente, nadie debe de opacarme ese día, ¿Entiendes? — exigió Emily con autoridad.La dependienta asintió.—Como desee señorita, venga conmigo, la llevaré a la sección más exclusiva de la tienda, le aseguro que allí encontrara el vestido soñado. — respondió la dependienta.En el hospital de la Luz, María despertaba de su estado de inconciencia, y aun sentía su p
En la mansión Gibson, Emily se encerraba en su habitación, mientras se mordía las uñas ansiosamente. Aquella visión de Henry junto a aquel par de niños tan parecidos a él, la había perturbado; ¿Quiénes eran?, ¿Qué relación tenía su prometido con ellos?, y, ¿Acaso esos niños eran los mencionados hijos de Katherine Holmes?Aquella última pregunta que Emily se había hecho a sí misma, la perturbó aún más…si esos niños resultaban ser los hijos de esa mujer, entonces, Henry ya sabía de su existencia, y eran sus hijos…y aquello, la hizo temblar.—¿Por qué?, ¿Por qué Henry estaba con ese par de niños?, ¿Quién demonios son esos mocosos? — se cuestionó a sí misma.Dejándose caer sobre su cama, Emily Gibson sollozó, al tiempo en que golpeaba los almohadones con sus puños. Se sentía incontrolable, con deseos de destruirlo todo a su paso; ella debía de ser la única mujer que le diera hijos al hombre al que amaba, ¿Incluso aquello le tenía que ser arrebatado por Katherine Holmes? Se cuestionó con a
En el corazón de New York, Arthur Gibson cenaba en un lujoso restaurant. Varias mujeres hermosas y jóvenes le lanzaban miradas sugerentes, dejándole ver las seductoras intenciones que tenían consigo. Las mujeres, concluía una vez más para sí mismo, no eran más que un juego divertido de una sola noche; un artículo de úsese y tírese que podía ser o no ser de lujo.Realmente, Arthur nunca había querido comprometerse; la idea de casarse, tener hijos, y pasar el resto de su vida junto a una sola mujer, le parecía demasiado ordinaria y aburrida, nada que realmente quisiera para el mismo que prefería la aventura y la cacería, así como los amores de una sola noche. Sin embargo, su madre quería que conociera y enamorara a la tal Katherine Holmes, a la que solo había visto una vez y hacía ya un par de años en Milán, ni siquiera la había visto de cerca, y realmente no la conocía del todo, solo sabía que era la amada exesposa de Henry Bennett, y tan solo por esa razón es que había aceptado el ret