HardinMe quedé paralizado ante la escena que captaban mis ojos. La miré atentamente, esperando que diera alguna señal de vida. — ¿Señorita Clarke? — grité. Ninguna señal de nuevo. Ni siquiera se movió mientras yo seguía allí de pie, esperando una explicación. ¿Qué hacía sentada en mi sillón, dormida, mientras yo no estaba?— Hardin, tenemos... — Un segundo de pausa. — ¿Qué es eso? — preguntó Eliot.— Aparentemente, una asistente durmiendo... En mi despacho... — Había amargura en mis palabras. ¿Por qué demonios dormía siempre tanto la señorita Clarke?— Oh, vaya. Deberías ocultarlo.— ¿Qué es eso? — Le miré fijamente. Temía que pudiera prever mis pensamientos.— Es horrible, pero durmiendo... Vaya. Se supera a sí misma, Hardin.— Olvídalo. — Le regañé.Eliot puso la carpeta sobre mi escritorio, haciendo mucho ruido, pero la señorita Clarke seguía sin moverse. — No, es grave. Piensa conmigo. Si la pones bien escondida en un cuarto oscuro y llamas al ministro de Defensa, se asustará tan
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