En la lujosa tienda Divane, Katherine repasaba los informes de sus ventas, sin notar que John entraba sigilosamente a su oficina con una rosa en sus manos.—Buenos días a la mejor señora Holmes del mundo. —Katherine se había sorprendido ante la repentina llegada del hombre que no le había dejado pegar pestaña en toda la noche.—Que susto que me has dado, ¿Qué ocurre? —John, dejó aquella rosa que llevaba sobre el escritorio de Katherine.—Nada realmente, solo vengo a invitarte a almorzar, conozco una buena cafetería que no queda muy lejos, y sé que no estas ocupada en este momento, así que, ¿Qué dices? También sé que no has desayunado nada, le pregunte a tu secretaria, vamos, sé que te gustaría tanto como a mí un buen café americano muy cargado con una dona de chocolate o un pastelillo de crema. —Katherine quiso disgustarse, pero los gestos que John hacia para persuadirla la habían hecho reír.—Bien, bien, tú ganas, pero solo porque si tengo hambre, pero antes, acompáñame con el ger
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