Laura negó con la cabeza:—No habría cambiado nada, sin Nadia, habría otra mujer. Óliver, de verdad que no sabes nada de amor.Óliver se estremeció al mirar el gran diamante que Laura tenía en la mano y ahogó la voz:—¿Me invitas a tu boda?Laura negó fríamente con la cabeza:—No, no quiero volver a verte.Luis se adelantó y tomó la mano de Laura:—Señor Silvestre, deje en paz a mi prometida, o de lo contrario intervendré.Si Óliver volvía a molestar a Laura, le daría su merecido.Óliver agachó la cabeza y vio cómo Luis se marchaba con el brazo alrededor de Laura.Se sentó en la oficina civil y murmuró en voz baja:—Se ha ido, lo perdí todo. Dinero, casa, compañía, esposa, ya no me queda nada.Al día siguiente, Luis acompañó a Laura hasta la casa de los Díaz.Compró los regalos por adelantado. Sin embargo, los regalos que compró no cabían en un maletero, así que pidió otro coche para los regalos.Laura llamó al timbre y cuando la madre de Laura abrió la puerta, vio a Luis y Laura cogid
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