Incluso a Luis se le saltaron las lágrimas por el humo.En la mesa ya habían terminado de preparar casi todo, así que las tres se levantaron y se dirigieron hacia ellos.Macarena, atenta, limpiaba la cara de Luis con toallitas húmedas.Luciana, al ver a José todo negro, no pudo contener la risa.— ¡Pfff! ¡Con esas caras, cualquiera pensaría que son vendedores de carbón!Luis, juguetón, frotó su cara llena de hollín contra la de Macarena.Andrea, al verlos tan alegres, sintió cómo su sonrisa también se hacía más amplia.Mientras ellos reían, Vicente parecía estar en otro mundo.Estaba sentado en una mecedora cercana, balanceando una copa de vino tinto en su mano, relajado y con los ojos cerrados.— No es por criticar, pero ¿en serio ustedes dos no pueden? ¿No son capaces ni de encender un fuego? Ya está oscureciendo, ¿llegaremos a comer la barbacoa hoy? —se burló Luciana con las manos en la cintura.José se limpió la nariz, pero solo consiguió ensuciarse más, provocando carcajadas más fu
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