“Es tu momento, Laura,” me digo mientras me acerco a lamer el helado. Me agacho lentamente, siguiendo el camino de ese travieso hilo de helado derretido que serpentea por su cuerpo. Cuando llego al bóxer, levanto la mirada con una expresión inocente, pero llena de intención. Él traga saliva, y en un movimiento rápido, se baja el bóxer. Mi mirada se desvía hacia su gruesa polla, y sin querer, entreabro la boca, como si fuera un reflejo imposible de controlar. Bryan toma otra cucharada de helado y vierte un poco sobre su tronco y sus bolas. Luego, acerca la cuchara a mi boca, invitándome a comer el resto. —Es tu favorito —susurra, con una mirada tan perversa que me hace estremecer. No puedo evitar sonreír. Después de lamer mis labios, me levanto de la silla y me arrodillo frente a él, decidida a limpiar cada gota de helado. —¡Joder! —exclama él, arrastrando un suspiro que delata lo mucho que está disfrutando. No soy una experta, pero trato de imaginar que estoy lamiendo una paleta
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