—Ah, ¿ya llamaste? Perdón, estaba tan metido en la conversación con Ana que no me di cuenta —dijeron sus padres, mintiendo descaradamente.Gabriel arqueó una ceja, indiferente.Ana extendió su mano. Su palma cálida y suave cubrió el dorso de la mano de Gabriel.En un instante, Gabriel se tensó.Rápidamente bajó los párpados, ocultando cualquier emoción.—¿Por qué saliste sin abrigo? —preguntó ella, con un tono de reproche.Javier, sentado frente a ellos, disfrutaba del espectáculo.—Ana, tienes que regañar a Gabriel. Lo perseguí y casi no lo alcanzo.—Hoy son seis grados. Deberías ver cómo la gente lo miraba como si fuera un loco.Javier juraba que no exageraba. Era como alguien usando un abrigo de plumas en pleno verano.Gabriel le lanzó una mirada de advertencia. Javier, con Ana presente, se sentía invencible.Gabriel lo ignoró y retiró su mano, —No me toques, está frío.—Vaya, ¿así que sabes lo que es el frío? —comentó Ana con un dejo de sarcasmo.Inmediatamente recordó la presencia
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