DECLAN Tres años antes, en Georgetown, Washington, D.C. —Debes calmarte, Nick. Ella no está lista. —¿Todavía no ha llegado?! —No, amigo. Creo que sigue en el hotel con las damas de honor o algo así. Nadie contesta, pero conociéndola, seguro está volviendo loco a todo el mundo corriendo de un lado a otro. —Sabía que debería haber enviado a mi madre. Te juro que si… —Cálmate, señor testigo. Sabes bien que esta chica no va a arruinar su día de bodas con Declan. —Quieres decir su vaca lechera. —Eh, no hables así hoy, Nick. Cálmate. Estás hablando de la futura esposa de tu hermano. Si quieres que él respete tus elecciones, tienes que respetar las suyas. —¿De qué hablas? Nadie tiene razón para no respetar a mi esposa. No es una cantante de cabaret rara que busca un sugar daddy para no tener que conseguir un trabajo de verdad. —Sabes lo que quiero decir, Nick. —Ok. Imagino que la solución más fácil es que todos nos emborrachemos. Así, nadie se dará cuenta de lo tarde que llega la n
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