Negué con la cabeza, con los ojos rojos, mientras intentaba desesperadamente, escapar del congelador por mis propios medios. Pero Fernando enfureció más mirándome, desde arriba, negar con insistencia. —Entonces quédate aquí hasta que entiendas tu error. Cuando lo hayas comprendido, me avisas.Milena, como desvalida le decía:—Fernando, tengo miedo de que Daniela intente lastimarme otra vez esta noche. Mejor me voy a casa, no me quedo aquí.Fernando, preocupado, ordenó que trajeran cadenas y rodearon todo el congelador, con ellas como si fuera una bestia salvaje. —Aunque se muera ahí dentro, no podrá escapar. Milena, duerme tranquila aquí. Mañana cuando te vayas la soltaré, ¿de acuerdo?Esa noche, Fernando organizó una fiesta de bienvenida para Milena. Todos celebraban en el primer piso, ahogando mis gritos desesperados de auxilio.Finalmente, reuní todas mis fuerzas y volqué el congelador, provocando un estruendo.Fernando interrumpió la fiesta, visiblemente molesto.—Daniela, veo
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