—También le preguntamos a Gabriel, pero tampoco quiso decir nada.Daniel tomó a Sofía mientras miraba a Gabriel a lo lejos. El niño instintivamente se escondió detrás de sus compañeros. Sin saber qué le había dicho Gabriel a Sofía, Daniel no podía reprenderlo, así que apartó la mirada y alzó a su hija.—¿Por qué nuestra Sofía está triste? —preguntó con una voz inusualmente suave.La pregunta hizo que las lágrimas comenzaran a caer por las mejillas de Sofía. Sus ojos redondos, llenos de lágrimas, la hacían ver extremadamente vulnerable. No decía nada, solo lloraba en los brazos de su padre.Mientras Daniel le daba suaves palmaditas en la espalda, me miró pidiendo ayuda.—Ven, mamá te carga —dije extendiendo mis brazos hacia ella.Al oír mi voz, Sofía volteó la cara, ignorándome. Ella, que solía ser tan apegada a mí, ahora me rechazaba. Casi podía concluir que lo que Gabriel le había dicho tenía que ver conmigo.Respiré profundo y, sin mostrar mi preocupación, pregunté con tristeza: —¿So
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