—Quince millones de dólares, es justo. Dame el dinero y te diré todo lo que quieras saber.Su voz sonaba como si viniera del abismo, llenaba de frialdad.Mi madre agarraba el móvil con fuerza, —¿Por qué debo confiar en ti? ¿Por qué haces esto? ¿No tienes nada de humanidad? —Estaba casi gritando.—¿Humanidad? —El padre de Olga parecía haber oído el chiste más gracioso del mundo: —Ante el dinero, la gente se olvida por completo de su humanidad.Mi madre se recostó contra la pared, —¡Vale... Te lo prometo! Pero tienes que decirme la verdad primero.Una vez cerrado el trato, se entregaron a la entrada de una fábrica abandonada.El sol brillaba oblicuamente sobre las paredes sucias, y en el aire se percibía un olor a óxido mezclado con tierra húmeda.Cuando el padre de Olga apareció con gafas de sol y ropa poco ajustada, mi madre estaba esperando con varios guardaespaldas contratados.—¿Trajiste el dinero? —Dijo el padre de Olga, yendo directo al grano.Mi madre asintió e hizo una señal a s
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