Paso el día con Lily antes de regresar al castillo a altas horas de la noche. Cuando entro en nuestra habitación compartida, me congelo y se me queda el aliento en la garganta ante lo que veo ante mí. Nicolás está de espaldas a mí, su cuerpo esculpido desnudo mientras se quita la ropa, la tela oscura y pesada con lo que solo puede ser sangre. Se gira lentamente como si sintiera mi presencia, y siento que mis rodillas se debilitan al ver su pecho y abdomen pintados de rojo, la sangre aún húmeda y brillando en la tenue luz. —¿Te gusta lo que ves?— pregunta, su voz baja y arrogante que me provoca escalofríos.—No—, miento, apartando la mirada y mis mejillas sonrojadas.—Hmm—, sonríe, viendo claramente
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