La cacería había sido un éxito rotundo. Kadisha había sentido la euforia de la manada mientras corrían por el bosque, persiguiendo a las presas con la coordinación de un solo ser. Cada uno de ellos compartía un mismo objetivo, un mismo aliento, y eso les daba una fuerza que trasciende lo físico. Sin embargo, mientras celebraban, un oscuro presentimiento seguía rondando en la mente de Kadisha. Aquella noche, la manada se había reunido alrededor de una fogata, el crepitar de las llamas y las risas resonando en el aire. Sin embargo, la mente de Kadisha estaba lejos, perdida en los pensamientos que la inquietaban. Se encontraba sentada junto a Murdock, pero su mirada se desvió hacia el bosque, donde las sombras parecían ocultar secretos. —¿Te encuentras bien? —preguntó Murdock, notando su inquietud. Su voz era suave, pero el tono de preocupación era evidente. —Solo estoy reflexionando, —respondió Kadisha, tratando de sonreír para tranquilizarlo. Sin embargo, la mueca no pudo ocultar el
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