—Cuñada, yo... yo de verdad no hice nada, — respondí con un tono tembloroso, tartamudeando debido a los nervios.Mi cuñada se giró de repente, mirándome a los ojos, —Mírate, ni siquiera sabes mentir.Sentí como si en ese instante me hubiera desnudado el alma y, tratando de justificarme, rápidamente solté, —cuñada, no es culpa mía, fue Paula la que me provocó.—¿Oh? ¿Y cómo es que te 'ayudó' Paula? — preguntó mi cuñada con una sonrisa curiosa.El miedo a que se enfadara me hizo contarle toda la verdad, relatando lo que había ocurrido, detalle a detalle.Mi cuñada, con un tono de evidentes celos, exclamó, —Esa Paula, no tiene límites. Ya le dije que no debía estar coqueteándote, y aún así insiste en provocarte.Me sentía extremadamente incómodo, como un niño que había cometido un error, y no me atrevía a añadir nada más.Mi cuñada notó mi nerviosismo y, en lugar de regañarme, trató con dulzura de calmarme. —Tranquilo, Óscar, no te estoy culpando. Paula realmente es una mujer muy atrevida
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