Cuando Sergio salió al balcón, me vio dormida frente a la computadora, con la luz amarillenta iluminando mi rostro. Su mirada se quedó fija en mi rostro.Podía sentirlo, pero simplemente no lograba despertar.Después de un largo rato, escuché su voz llamándome con suavidad:—Sasa...¿Sasa? ¿Me estaba llamando a mí? Sí, era a mí.Antes de entrar a los Jiménez, mi nombre era Sasa. Pero hacía muchísimo tiempo que nadie me llamaba así.—Hermano, me llamo Sasa...Frente a mis ojos apareció una dulce y niña pequeña, con dos moños en la cabeza y cara de muñeca, llamando dulcemente a un niño.El niño era muy reservado, no le gustaba hablar.Luego me convertí en esa niña, y Sergio se transformó en ese atractivo niño. Yo estaba colgada de su espalda.—Hermanito, hueles tan rico...—Hermanito, tienes un lunarcito en la nuca, déjame quitártelo.—Sasa, no aprietes, eso me duele.—Sasa, tu hermano está cansado, ¿podemos dejar de correr?...—Mamá, me gusta mi hermano, quiero casarme con él...—Jajaj
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