—Sí.Estaba a punto de decir algo más cuando él añadió en voz baja: —No puedo evitarlo. No puedo evitar querer acercarme a ti, ser bueno contigo, y.… además provocarte.Es cierto, si el amor pudiera controlarse, nadie, desde los humanos hasta los dioses, se habría librado de él.No supe qué decir por un momento. Quedé atónita, Sergio me soltó y dijo: —Vuelve a tu habitación y bebe mucha agua. Si necesitas algo, llámame.Después de decir esto, me soltó y señaló mi bolso: —Dame, la tarjeta de la habitación, te ayudo a abrir la puerta.—No hace falta —volví en mí y me alejé de él—. Puedo hacerlo yo misma.Saqué apresurada la tarjeta, abrí la puerta y me apoyé en ella una vez dentro, sin poder siquiera reaccionar durante un buen rato.Cuando Marta regresó, yo ya estaba acostada. Sus pasos eran suaves, tal vez para no despertarme.No abrí los ojos porque no quería hablar, pero oí a Marta murmurar: —Si ya está durmiendo eso está bien, no hacía falta que viniera.Al oír esto, mis dedos bajo l
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