Cuando pienso en la realeza fae, el Rey Ailduin es exactamente lo que esperaría. Es alto, por lo menos 2 metros; su pelo es blanco, incluso más claro que el de Angela, pero no gris, simplemente muy blanco. Su piel es pálida pero parece brillar dándole el aspecto de alguien con excelente salud. Y además, camina con tal elegancia que es casi como si flotara.Su hijo, Aolis, es una versión más pequeña de Ailduin. Cuando digo pequeño, me refiero a que con 10 años ya mide más de metro y medio, mucho más que un humano normal de su edad.Eli y yo nos levantamos para saludarlo. No estoy segura de si debo inclinarme o hacer una reverencia, así que sigo el ejemplo de los demás y me limito a estrecharle la mano.“Guardiana. Encantado de conocerle. ¿Cómo te llamas?”, me dice agarrándome la mano mientras me habla. Su tacto tiene un extraño calor. No es como el calor corporal, sino como un calor relajante. Al instante me siento tranquila.Maia se adelanta. “Rey Ailduin. Te recuerdo, aunque la ma
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