Todas las criadas se quedaron horrorizadas en una esquina.En el comedor, la comida y los cubiertos ya estaban esparcidos por el piso, la costosa mesa estaba partida a la mitad, el vino tinto fluía sobre el piso… Todo era un desastre.Samuel estaba sentado en una silla de ruedas, un cuchillo de plata le atravesaba el hombro, y la sangre se extendía rápidamente alrededor de la herida. El cuchillo para comer no era muy afilado, pero casi lo había atravesado por completo, lo que demostraba la gran fuerza que Lorenzo había usado.—¿De verdad creíste que vendría aquí sin estar preparado? —dijo Samuel.Parecía no sentir dolor, con su mano pálida sostenía una pistola negra, apuntando directamente a Lorenzo.Lorenzo no lo hizo caso, solo lo miró despectivo desde arriba. De repente, soltó una risa fría, y en ese momento su figura se movió como un rayo.¡El corazón de Celeste se contrajo de tensión! Antes de que pudiera ver qué había pasado, cuando la pistola ya estaba en manos de Lorenzo.Él n
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