Me desperté con el corazón acelerado, empapada en sudor, incapaz de creer que solo quedaba un día para mi boda. Sentía una extrañeza abrumadora, como si la presencia del Alacrán, Ivan, Marko y todo en mi vida conspiraran para perturbarme. Decidida a descubrir la verdad sobre mi origen y el misterio del Alacrán, me dirigí al despacho en medio de mi insomnio. Aprovechando la ausencia del señor Emir, me sumergí en la búsqueda de pistas. Los cajones revelaron solo documentos de inversiones y movimientos empresariales, pero la caja fuerte permanecía inaccesible. Frustrada, me dirigí a la estantería, donde tropecé con una fotografía intrigante. En ella, un hombre con uniforme policial llamó mi atención por sus ojos: uno azul, el otro verde. Recordé haber leído sobre ese raro padecimiento y, al darle la vuelta, descubrí la fecha y la frase "Capitán Gabriel Romano", remontándome a hace más de treinta años. El sobresalto me invadió cuando Marko ingresó al despacho, encontrándome en medio de
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