Silvia se quedó allí, congelada en su lugar, mientras él la abrazaba tiernamente. Después de un buen rato, ella negó con la cabeza: —No te odio.Era solo la verdad.Al escuchar eso, Julio la abrazó aún más fuerte, su gran mano acariciaba su bello rostro con delicadeza. Solo en ese momento, él realm
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