Herman, con sus ojos estrechos y profundos, no mostraba ningún tipo de emoción: —¿Me estás amenazando?—No me atrevería a amenazarte. Independientemente Herman si quieres cooperar conmigo o no, no revelaré este asunto al público. Herman puedes confiar completamente en mi integridad.Esteban, vestido con un traje impecable, sostenía la mano de Valentina, con los ojos enrojecidos, le decía en voz baja y angustiada: —¡El niño ya no está! ¡Pequeña traviesa, despierta, por favor! Cometí un grave error, ¡por favor, no me tortures así! ¡Nos casaremos tan pronto como despiertes! Recuerdo algunos fragmentos, ¡pero solo te amo a ti! Por favor.Cuando Valentina sintió mover los dedos, Esteban se levantó de golpe: —¡Valentina! ¡Pequeña traviesa!Valentina parpadeó con gran dificultad, finalmente abrió los ojos lentamente, murmuró algo, pero con la máscara de oxígeno puesto, apenas se podía entender.Esteban soltó la mano de Valentina, se volvió directo hacia el médico y gritó: —¡Doctor! ¡Ella se d
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