—Esto no puede esperar, llévame hasta allí rápidamente. Lorenzo estaba muy impaciente.Pronto, con Alberto, llegaron al famoso bar La Luna en el centro de la ciudad. Era un bar de moda que combinaba elementos extranjeros, con numerosos hombres y mujeres atractivos.Alberto llevó consigo a varias docenas de secuaces y, después de declarar su nombre, fueron conducidos directamente por un camarero hacia la suite más grande. En el interior, había muchos hombres musculosos con pistolas en la cintura y tatuajes por todo el cuerpo.En el centro estaba Guillermo, con Helena atada y golpeada, sangrando por la comisura de la boca. Al ver a Lorenzo, se sorprendió muchísimo y le dijo: —Lorenzo, ¿no te dije que no vinieras? ¿Por qué eres tan desobediente?—Jeje, ¿trajiste refuerzos? ¿Acaso no quieres la vida de tu madre?Guillermo se pavoneó, levantó un cuchillo de cocina y lo agitó ferozmente frente al rostro de Helena.Lorenzo estaba tan enfadado que sus dientes crujían. —¡ya estoy aquí! ¡Suelt
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