Rosalía se debatía. —No me importa, no puedo permitir que mi hijo vaya al extranjero a esos lugares peligrosos. ¿Quiere reconquistar a Elena? ¡Le ruego que me deje arrodillarme!A pesar de que el sendero era pequeño y no había mucha gente, la escena atrajo la atención de varios curiosos.Elena intentó marcharse, pero Rosalía le agarró el dobladillo de la ropa, suplicándole que se reconciliara con Julio.Ella lloraba con tristeza, su expresión era particularmente desgastada, y al estar sentada en la silla de ruedas, parecía la imagen misma de la vulnerabilidad.Manuel, aunque intentaba disuadir con palabras, no podía intervenir físicamente.—Papá, mamá.Se oyó una voz fría en medio de la multitud.Era Julio, su rostro impasible, sin mostrar emoción alguna. Miraba a sus padres con una indiferencia casi gélida. —¿Qué están haciendo? Regresen.—Julio, mamá está pidiéndole disculpas a Elena. No vayas al extranjero a ser médico, por favor. Mamá acepta que se reconcilien, y ya no se interpond
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