Al percibir la frialdad en los ojos oscuros de Pedro, Manuel sabía que se había pasado hablando así, entonces encogió un poco el cuello y se rio juguetonamente: —Pedro, quiero decir que lo has hecho con buenas intenciones, pero en forma incorrecta. Ponte en su lugar, si la cuñada va al hospital a ver a un hombre a medianoche y luego te trae un regalo destinado a otra persona, ¿estás contento?Escuchando sus palabras, respondió con impaciencia frunciendo el ceño: —Ella siempre me pedía regalos antes, pues yo pensaba que si se los entregué me molestaría menos.—Pero no puede ser tan perfunetorio, —dijo Manuel con ansiedad—, si la cuñada te da un regalo que quiere regalar a otro hombre, ¿no estás enojado?—Si no sabes cómo hablar, cállate, —le reprendió Pedro impacientemente—, ¿qué hombre? ¿Cómo puede tener otro hombre?Accidentalmente, Manuel dijo lo que pensaba francamente otra vez, así que le dio una bofetada a sí mismo y continuó: —Sólo estoy haciendo una analogía, Pedro, mírate, incl
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