En el estudio de Emilio, el aire estaba cargado con la electricidad de lo imposible hecho realidad. Cuando la llegada del equipo de Elena rompía la quietud con la urgencia de su misión. La figura de Amara, una momia que había trascendido milenios, se destacaba entre ellos, inmersa en un mundo que ya no era el suyo.—Qué bueno que ya están aquí —dijo Emilio, su voz mezclaba alivio y seriedad. —Vengan, entren. Iba de salida, pero esto es más importante.Elena, con su habitual eficiencia, intervino: —Necesito ir a las oficinas, daré mi reporte.Emilio, sin embargo, insistió con urgencia: —No, espera. Esto es crucial. Necesitamos entender bien lo sucedido. —Su mirada se posó en Amara, como si tratara de descifrar los secretos de una época perdida en su semblante.Allí estaba ella, un enigma viviente, un puente entre el pasado y el presente. Para Emilio, era como si las paredes de una antigua tumba se hubieran transformado en una presencia tangible, capaz de narrar las historias de un tiem
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