El Hotel The William Vale exhibía un aire de lujo y sofisticación, perfecto para albergar un juego de alto nivel como ese. El equipo enviado por Vittorio estaba listo, organizando cada detalle en la suite presidencial. Una elegante mesa, con espacio para diez jugadores, fue cuidadosamente dispuesta en el centro de la habitación. Sobre ella, las fichas brillaban, esperando ser disputadas en apuestas reñidas. Un talentoso barman preparaba bebidas refinadas, mientras botellas de bebidas premium ocupaban el mostrador, ofreciendo lo mejor para los jugadores. El repartidor, responsable de las cartas, era un hombre hábil y discreto, alineaba el mazo con precisión, garantizando la integridad del juego. Todo estaba meticulosamente planificado, bajo la atenta supervisión de Leonardo, el Capo enviado por Vittorio para asegurarse de que Jason cumpliera con
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