Quizás, entonces, no habría tenido que arrebatarle el último rastro de calidez al joven que apenas había sentido afecto en su vida. Nunca había odiado tanto a sí misma como en este momento.Miró hacia la distancia, donde varios jóvenes estaban tomando la urna de las cenizas. El joven estaba solo frente a la tumba, como si en el mundo solo quedaran él y una tumba fría.Se quedó parada allí durante mucho tiempo, parecía que lo escuchaba llorar y repetir——abuela, abuela, abuela, este nieto es desobediente, abuela, este nieto es desobediente...——una y otra vez, con la cabeza inclinada y las lágrimas fluyendo por su rostro, cayendo desde los labios hasta la barbilla, empapando la piedra blanca bajo sus pies.El cielo, ya sombrío por la mañana, finalmente comenzó a llover. Primero fue una llovizna, y luego fue un chaparró
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