Cuando entré, solo quedaba un asiento. Sin embargo, me encontré con alguien inesperado: Lola Muñoz. Una silla para dos personas, ¿fue intencional o simplemente no yo estaba en sus planes originales? Me pusieron en una situación muy embarazosa.—Hernán, llegaste tarde. Como de costumbre, tres copas de castigo. La voz era familiar. Era de Juan, quien no dejaba de mirarme desde el rabillo del ojo, riéndose de manera arrogante.Sin embargo, Hernán frunció el ceño, arrojó las llaves del auto sobre la mesa con un sonido sordo y la sonrisa de Juan se congeló en su rostro.Lola se volvió hacia nosotros, levantó la cabeza para mirarnos, y su mirada era compleja, llena de enojo, resquemor y un odio inexplicable. ¿Me odiaba?—¿Por qué solo hay un asiento?Hernán habló en tono serio y su rostro se volvió frío, con una mirada intensa y cejas ligeramente fruncidas. Era evidente que estaba enfadado.—Hernán, lo siento. Originalmente le dije que no viniera, pero...No esperaba que Lola terminara
Leer más