Elena insistió: —Juan, sé que quizás todavía tengas algún tipo de afecto por ella. Después de todo, fueron esposos durante tres años. Pero ella es una mujer despiadada. Fue ella quien me empujó, y nuestro hijo murió por su culpa.Juan, sin mostrar ninguna expresión adicional en su rostro, respondió: —Entendido.—Si afirmas que ella me empujó, entonces denúnciala a la policía. Deja que investiguen y que los hechos hablen por sí mismos.Con estas palabras, Juan se levantó para irse. En ese momento, la puerta de la habitación se abrió y Lina, con los brazos cruzados, estaba de pie en la entrada.—Lina, ¿te atreves a venir aquí?— Elena explotó al ver a Lina y le gritó con tono hostil.Lina, imperturbable, respondió: —Escuché todo lo que dijeron. Quiero preguntar, Señorita Rivera, ¿todo lo que dijiste sobre lo que ocurrió anoche es cierto?—Eres una perra, ¡fuiste tú quien mató a mi hijo!— gritó Elena.Los ojos de Lina se enturbiaron ligeramente, pero finalmente dijo: —Señori
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