Durante todos esos años, gracias a su capacidad de tomar decisiones, ella siempre había tenido la capacidad de hacer que Manuel la escuchara.Después de sopesar las opciones en su mente, Sofía finalmente asintió ante Martina.Mientras bajaba las escaleras, Sofía miró con rencor el rostro encantador y elegante de Diana.Después de todo, su hijo era un hombre, y, dejarse seducir brevemente por aquella mujer, era algo normal.Y no importaba, ella era la matriarca de la casa y tenía la autoridad suprema.Cuando Martina finalmente colocó todas sus pertenencias en su lugar, Diana entró a su habitación, satisfecha.—Diana —dijo Manuel, rodeando su cintura por detrás, y, acercándose a su cuello, susurró—: ¿No dijiste que no querías separarte de mí? Esta noche te haré sentir satisfecha.Al escuchar esto, Diana sintió repulsión en su interior.Parecía que las mujeres debían tratarse mejor a sí mismas. Había trabajado arduamente durante años para ganar dinero y complacer a un hombre, pero, en lug
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