Cira levantó sus ojos con serenidad, calmada y compuesta: —Señor Zúñiga, usted ha confundido a alguien, no soy la Mila de la que habla.—Oh, me equivoqué —admitió Joaquín, fingiendo una súbita realización, y levantó el pulgar en señal de aprobación. —La señorita López no es Mila, es una buena ciudadana que proactivamente proporciona pistas a la policía. Por una palabra suya, mi bar ha estado cerrado para reorganización hasta ahora.Cira mantuvo su expresión imperturbable.Joaquín no pudo intimidarla y, con una risa fría, se volvió hacia Morgan: —Ya que el señor Vega nos honra con su presencia, permítame ser su guía. Conozco este lugar mejor que nadie.Morgan respondió: —De acuerdo.Joaquín, al ver que no había sorpresa ni precaución en el rostro de Morgan, sintió que nuevamente era menospreciado.Tras chocar con muros consecutivamente, giró la cabeza y regañó: —¡Malditas bestias! ¡Lárguense! Han asustado a los invitados.Los perros, que estaban listos para atacar, inmediatamente bajaro
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