Observo a Sabrina desde la distancia mientras cuida ese pequeño jardín que trajo de entre los muertos. Todos los días de esta primavera, regresó allí con esas diminutas herramientas de jardín que habría apostado que no servirían de nada, y centímetro a centímetro, limpió la maleza y los escombros que quedaron tras años de abandono. Ella dijo que quería tenerlo listo antes de que naciera el bebé, así que no importa lo cansada que se sintiera en esos días justo antes de que él naciera, se levantaba temprano y salía allí justo después del desayuno haciendo ese pequeño espacio nuevo nuevamente. Con un vestido premamá y un enorme sombrero amarillo para el sol que prácticamente ocultaba todo su rostro, me besó al salir, con las manos llenas de aquellas herramientas y guantes de jardín, y cada vez me decía que se acercaba. Nunca supe si pretendía dar a luz o lo que ella llamaba la inauguración del nuevo jardín que con tanto cariño cuidaba día tras día. Cuando casi terminó, estaba emocionad
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