Él se preocupó de que su espalda pudiera chocar contra la pared y utilizó su mano como almohadilla.—¡Diego, suéltame!—Yaritza miró a los ojos de Diego con evidente enfado.—Yari, enfrentarte a mí es solo una forma de llamar mi atención.Yaritza encontró esto increíblemente absurdo. —Señor Torres, tener confianza es bueno, pero la confianza ciega puede ser perjudicial.Diego, sin duda, tenía la actitud arrogante, pero estaba enfocando su arrogancia en la dirección equivocada.—Yaritza, te estoy dando una oportunidad para volver.¿Una oportunidad?—Diego, olvídalo—dijo ella con voz fría que le apretó el corazón.Yaritza frunció sus delicadas cejas y luchó con todas sus fuerzas para liberarse, pero su esfuerzo fue tan intenso que, sin querer, le dio una bofetada en la mandíbula.Hubo un sonido de “¡paf!”, no muy fuerte pero lo suficientemente fuerte como para llamar la atención de quienes estaban cerca.Aprovechando la distracción, Yaritza lo empujó y retrocedió varios pasos,
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