PREPARÁNDOSE PARA LA BATALLA.En el corazón de un espeso bosque, bajo el manto protector de la noche, un grito urgente cortó el silencio.―¡Alfa! ¡Alfa! ―La voz ansiosa de un centinela resonó, atrayendo la atención inmediata de la manada. Los lobos, con sus orejas erguidas y los ojos brillantes bajo la luz de la luna, se giraron al unísono hacia la fuente del alboroto. Entre ellos, Malakay, el Alfa, reconoció de inmediato al joven beta, Bruce, cuyo pecho subía y bajaba con rapidez debido al esfuerzo de su carrera.Malakay, con el ceño fruncido y los músculos tensos por la anticipación, se adelantó para encontrarse con él.―¿Qué pasa, Bruce? ¿Por qué estás aquí? ―preguntó con una voz que, aunque firme, no podía ocultar su preocupación.―Es la manada… ―el beta apenas lograba recuperar el aliento, las palabras se le escapaban entre jadeos. ―Fuimos atacados.Esas palabras golpearon a Malakay como una tormenta invernal. Por un momento, el mundo pareció detenerse, y una frialdad mortal se a
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