Adriana permanecía en el agua tibia, rodeada de silencio. Inconscientemente, relajó su cuerpo y se recostó en el borde de la piscina, sintiéndose un poco cansada. Sus piernas se sentían adoloridas e incómodas.Intentó mover sus piernas un poco, pero no alivió la incomodidad. Sin pensar, bajó la mano para masajear sus piernas en busca de alivio.De repente, los músculos de su pantorrilla comenzaron a espasmar intensamente, lo que la devolvió a un estado de completa alerta. Sus ojos se abrieron de par en par, e instintivamente trató de agarrarse al borde de la piscina. Sin embargo, sus piernas se sentían débiles y no soportaron su peso, e incluso sus brazos se sintieron tan débiles.Su cuerpo se deslizó lentamente a lo largo del borde de la piscina hasta que quedó sentada en el agua, con el agua cubriendo su cabeza.Luchó por volver a levantarse y gritó pidiendo ayuda, —¡Ayuda! — Atragantándose con varios bocados de agua antes de lograr respirar de nuevo, pero sus piernas seguían convul
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