Patricio sacó su celular, abrió el álbum de fotos y me lo puso en las manos, comenzando a contar aquella historia inolvidable.—Mira, ¡esta es la verdadera Aurelia!Dirigí mi vista al celular, a la foto de la niña. Era realmente hermosa, con unos grandes ojos vivaces y oscuros, y una sonrisa resplandeciente.—La noche después de la muerte de Mónica, nos acurrucamos juntos en esa habitación vacía. Nunca olvidaré esa sensación de soledad, desamparo y miedo— Me miró, sus ojos llenos de dolor.—Yo también estaba aterrado en ese momento, pero Mónica me había dicho que, como hombre, debía asumir la responsabilidad de cuidar de Mariana. Pero esa habitación, que una vez estuvo llena de gente y alegría, se quedó solamente con nosotros dos, en un silencio aterrador.Patricio esbozó una leve sonrisa, pero estaba teñida de impotencia.Aunque muchos años habían pasado, el dolor seguía presente en sus recuerdos.—En aquel entonces, tú solo sabías aferrarte a mí y llorar. Yo también quería llorar, pe
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