La miré directamente y se lo pregunté. Ella bajó la cabeza sin mirarme, sabía que aún no podía aceptarlo. Frente a mí y su hijo, naturalmente, estaba del lado de él, lo entendía.—Viví en la casita durante ocho años. Sé que las casas amplias y luminosas son buenas, pero no tenía muchas ideas en ese entonces. Solo pensé que eso era un hogar, no necesitaba mucho espacio, ¡con él era suficiente!Hablé con tristeza, recordando esos momentos, me di cuenta de lo ingenua que fui.—Pero él, a mis espaldas, sin importarle la educación y el futuro de Dulcita, compró una casa para Sofía en la residencia Esplendorosa, que era mi favorito. Piensa en ello, no soy una tonta, no soy lo suficientemente ingenua como para ser humillada una y otra vez por vosotros. Así que tengo que recuperar mis propias cosas. ¿Eso está mal?Miré a Sonia, que tenía la cabeza baja y no decía nada. —Así que, quédate aquí y no pienses demasiado.—Solo quiero pasar más tiempo con Dulcita. ¡Voy a volver! —dijo Sonia mirándome
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