Benedicto apretó su puño, sus ojos fijos con determinación en su reflejo en el espejo de cristal.El asistente, Sergio Díaz, esperó ansiosamente, pero no recibió respuesta. Inquieto, preguntó: —Señor, qué sigue...—Lánzalo a las afueras y que se las arregle por sí mismo.Sergio rápidamente advirtió a Benedicto: —Señor, estamos en el territorio de Listenbourg, no en nuestro terreno.El puño de Benedicto se apretó aún más, sus ojos oscuros parecían capaces de gotear agua.—Entonces, hazlo pasar por más dificultades durante unos días, ¡debe aprender a callarse antes de liberarlo!—Entendido.Benedicto dejó el teléfono, su estado de ánimo perturbado.Volvió la vista hacia Fabiola, quien estaba comiendo. La joven tenía una expresión de satisfacción en su rostro, sus mejillas sonrosadas y felices, como un conejo sosteniendo una zanahoria.La tensión en su frente se aflojó lentamente......Tres días después, Fabiola podría levantarse y moverse con normalidad, gracias a las habilidades de Ale
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