Alejandro levantó la mano y se arremangó la camisa, —Todo esto es innecesario.Mariano frunció el ceño, —¿Entonces qué crees que les gusta a las mujeres?—¿Por qué no darles dinero directamente?— Alejandro lo miró de reojo, —Quieren algo, lo tienen.Mariano soltó un par de risitas nerviosas, —Eres completamente carente de romanticismo, no es de extrañar que no pudieras conquistar a Ximena.Los ojos de Alejandro se volvieron fríos, —¡Cierra la boca!Mariano retiró la mirada con fastidio, —¡De acuerdo, de acuerdo! ¡Vamos a trabajar!Por la tarde, a las cinco y media.Los masajistas llamaron a Simona y Ximena para despertarlas.Ambas se sentaron en la cama con los ojos entrecerrados.Ximena sacó su teléfono y miró la hora, —Son las cinco y media...Simona bostezó, —Voy a preguntarle a Mariano si ha terminado.—¿Terminado?— Ximena frunció el ceño confundida, —¿No está dando masajes?Simona se sorprendió y rápidamente se corrigió, —Me equivoqué, quise decir si ha terminado de dar ma
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