Don Gabriel miró compasivamente a Manuela, —¿Hija, realmente quieres cuidar tanto a Leo?Manuela agarró el brazo de Don Gabriel con expresión ansiosa, —Abuelo, te ruego que no me detengas. Leo está realmente sufriendo mucho. He sido demasiado imprudente en el pasado. Esta vez quiero compensarlo, solo quiero estar a su lado hasta que se recupere. Él es el niño que crié... Abuelo, por favor, considera lo que he perdido con mi hijo. Permíteme hacer esto.Las lágrimas caían de los ojos de Manuela mientras hablaba, y Don Gabriel suspiró pesadamente.—Hija, no estoy tratando de detenerte, pero sabes que ese chico de los Méndez ni siquiera se preocupa por ti.—No necesito que él se preocupe por mí, solo quiero hacer lo que creo que es correcto y tener una conciencia tranquila— respondió Manuela con firmeza.—¿Realmente es necesario hacer esto?— preguntó Don Gabriel.Manuela asintió solemnemente, —Sí, abuelo, te lo ruego.—Bueno, está bien— susurró Don Gabriel con tristeza, —No te detendré,
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