Alejandro, después de manejar asuntos toda la noche, finalmente llegó al hospital para ver a Manuela. En cuanto Manuela lo vio, se apresuró a levantarse de la cama.—Alejo, ¿ya estás aquí? —dijo Manuela con entusiasmo.Alejandro respondió con calma, —Quédate acostada, no es necesario que te levantes.Al ver que Alejandro no se acercaba a ella, Manuela mostró una leve decepción en sus ojos.—No pasa nada, he descansado toda la noche y me siento mucho mejor —suspiró Manuela—. Aunque ayer te causé problemas de nuevo.Alejandro frunció el ceño y dijo: —No vuelvas a buscarla en el futuro. Ella no dirá nada bueno, asegúrate de protegerte.Manuela preguntó tímidamente: —¿Te preocupas por mí?Alejandro mostró una mirada ligeramente cansada y respondió, —Hay cosas que se pueden evitar.Al no escuchar la respuesta que quería oír, el rostro de Manuela se volvió rígido por un momento. Sin embargo, pronto notó el rostro fatigado de Alejandro.—Alejo, ¿no has descansado bien anoche? —preguntó Ma
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