Ximena aclaró la garganta y dijo: —Sí, primero subamos al coche.Samuel asintió y, justo cuando iba a recoger su equipaje, se escuchó un grito a lo lejos.—¡Doctor Fonseca?Era la voz de Eduardo. Ximena se tensó, y Samuel, al notarla, frunció ligeramente el ceño. Se volvió hacia Eduardo y vio a Alejandro de pie junto al coche, con una expresión sombría en el rostro.Samuel sonrió suavemente y dijo: —Mucho tiempo sin vernos, señor Méndez, señor Torres.Alejandro mantuvo su mirada en Ximena, con los ojos entrecerrados, como si estuviera investigando.Samuel abrazó a Ximena y dijo: —Señor Méndez, si no hay nada urgente, mi novia y yo nos vamos.—Espera— dijo Alejandro en tono frío. Luego dio un paso decidido en su dirección.Ximena, al ver la situación, extendió la mano y abrazó a Samuel. —Cariño, ¿es él un amigo tuyo? Si quieren ponerse al día, pueden hacerlo la próxima vez. Tengo hambre, ¿podemos ir a comer, por favor?Su tono de voz coqueto sorprendió a Alejandro y hasta a
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