CAPÍTULO 29. CENICIENTA Y EL PRÍNCIPE AZUL
Los pies de Briana regresaron al suelo, estaba en puntillas para alcanzar los labios de él, su corazón latía agitado, no podía creer lo que acababa de suceder, aún apreciaba el delicioso sabor que había dejado en su boca Carlos Alejandro. Aleteó en repetidas ocasiones sus espesas pestañas, necesitaba saber que eso no era un sueño, por lo que sujetó su camisa con fuerza y volvió a acercarse a él, aspirando su delicioso aroma a cuero, madera y cítricos.No había duda, lo que acababa de suceder era real, la había besado, eran sus cálidas manos las que estaban sobre su cintura presionándola, al igual que las de ella aferradas sobre su camisa, lo observó descender una vez más hacia ella, «la iba a besar de nuevo», por lo que entreabrió los labios y se preparó para volver a emerger en aquellas grandes descargas que un beso suyo, le provocaba.Aquel beso fue más arrebatado, pues Carlos Alejandro lo profundizó con mayor bravura, percibiendo como el esbelto cuerpo de Briana se estremecía entre
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