Para ella, Pedro no quería ayudar, por eso ponía tantos obstáculos. En ese momento, Paula giró sus ojos y de repente dijo:—Pedro, ¿no dijiste que este edificio abandonado podría ser rentable? Bien, pues te lo vendemos a ti, para que ganes un montón, ¿qué te parece?—¡Exacto, exacto! —exclamó Yolanda, apoyándola de inmediato—. Ya que te interesa el edificio, cómpralo, y así ambos conseguimos lo que queremos.—Esta es vuestra oportunidad, ¿cómo podría yo comprarla? —Pedro rechazó cortésmente.—No hay problema, no hay problema, somos una familia después de todo. Si tú ganas, todos estamos contentos.Yolanda volvió a mostrar su entusiasmo, mirando con ojos de quien ve a un tonto.—Sí, Pedro, no te cortes con nosotros, una oportunidad así no se puede perder.—Exacto, exacto, cuando ganes dinero, solo invítanos a cenar.Todos reían radiantes y extremadamente atentos, casi como si estuvieran a punto de arrodillarse.Después de todo, un tonto así de grande era difícil de encontrar.—¿Realment
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