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Todos los capítulos de La esposa sustituta del CEO: Capítulo 161 - Capítulo 162
162 chapters
Capítulo 160. Luna di miele. Epílogo, parte 2
Emma mira con ojos de fuego a su esposo mientras él se esmera en salivar de manera correcta aquel objeto. Luego ella se coloca de espaldas a él, se agacha lo suficiente para ofrecerle una vista única, deliciosa y totalmente sexy de su trasero. La respiración de su esposo se triplica cuando su boca entra en contacto con su cuerpo. Vuelve a aspirar profundamente, sin el menor pudor, ese aroma tan característico de mujer que lo vuelve loco, luego sin más preámbulo y al borde del colapso toma por asalto su parte íntima. La lengua de Adriano está de fiesta esta noche. Recorre con afán cada pequeño espacio entre pliegues, saboreando, como si se tratase, de un néctar de los dioses. —Amor, así —gime desesperada, Emma—. Por favor, continúa. Adriano sigue con su labor, ahora con más ahínco, subiendo un poco más arriba y metiendo más presión en el lugar correcto para lubricar suficientemente ese orificio del cual se deleitará más tarde hasta cansarse. Dirige el tapón lentamente allí, donde
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Capítulo 161. Yo te amo. Extra
Dos semanas después, en Roma… —¡¿Qué significa esto, Benedict?! ¿Es por esto que querías venir a Italia? ¿Por ella? ¿Para buscarla? Pamela tira la carpeta en la mesa mientras llora amargamente. Ya no soporta esta situación, está cansada de luchar con el fantasma de Adelaide y de Gaspar. Benedict toma una servilleta y limpia las salpicaduras del café en su saco producidas por el choque de la carpeta con su taza, sin el humor suficiente para contestar absolutamente nada al reclamo de su esposa. —Ya no puedo soportarlo, nunca vas a olvidarla. Esta obsesión tuya con ella ya ha llegado demasiado lejos, quiero irme a casa. Pamela camina hasta el sofá donde se sienta para aminorar el dolor de su espalda. Cuando encontró la carpeta esta mañana entre las cosas de su esposo, no podía dar crédito de lo que allí decía. —Puedes irte cuando quieras —le dice él, seco, pero en tono bajo—. Nadie te obligó a venir conmigo, tampoco a meterte en cosas que no son de tu incumbencia. —¿Ella te i
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