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Capítulo 71 El hombre más afortunado
Un mes después. ―Cariño, ¿me oyes? Salgo abruptamente de mis pensamientos al escuchar la voz de mi esposo. ―¿Denzel? Me observa sonriente al verme tan aturdida. ―Un centavo por tus pensamientos. Apoya sus manos en el colchón y se inclina para darme un beso en los labios. Mi rostro arde en rubor al darme cuenta de que he sido pillada con las manos en la masa. ¡Por Dios! ¡Me estoy convirtiendo en una pervertida! No hago más que pensar en sexo. Y, ¿cómo no hacerlo? Mi prometido es el dios del sexo. ―Lo siento, acabo de despertar. Balbuceo lo primero que se me ocurre. ―Tus mejillas están coloradas ―sonríe travieso y coqueto―. ¿Acaso estabas soñando con cosas cochinas y sucias? ―comenta con desparpajo―. No es necesario que me respondas, cariño ―acaricia mi rostro con las yemas de sus dedos―, tus mejillas se acaban de poner mucho más rojas de lo que estaban ―¿puede ser esta situación más bochornosa de lo que ya es?―. Te prometo que, en cuanto nos quedemos solos, volveré a hacerte e
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Epílogo
Tres años después. Coloco la pañalera a un lado de la puerta y corro por toda la casa, nervioso y preocupado mientras me aseguro de que no haya olvidado nada. ―Papi, quiero ir con mami. Observo con dulzura a mi preciosa princesa de cabellera castaña que me mira con ojitos ilusionados. ―Déjame terminar de preparar las cosas de tu hermano, Susan, y te prometo que te llevaré con mamita. Dejo un beso en su frente y la levanto en mis brazos. ―¿Daniel también irá con nosotros, papi? Recojo la pañalera del piso, antes de responderle. ―Por supuesto, cariño, a donde va uno vamos todos. Rodea mi cuello con sus bracitos cortos y regordetes. ―Te amo, papito. Aquellas palabras hacen latir mi corazón de felicidad. ―Yo también te amo y te adoro, princesita. En ese instante sale la niñera de la habitación de los niños, cargando con la sillita en la que duerme mi pequeño bebé. ―Todo está listo, señor Carpentier, traigo todo lo que me pidió. Sonrío satisfecho. Padre preparado, vale por do
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